sábado, 4 de julio de 2009

Concedidos seis de los ocho galardones internacionales que convoca anualmente la Fundación Príncipe de Asturias


El Premio Príncipe de Asturias de las Letras ha sido otorgado al escritor albanés Ismail Kadaré "por la belleza y el hondo compromiso de su creación literaria. (...) Dando vida a los viejos mitos con palabras nuevas, expresa toda la pesadumbre y la carga dramática de la conciencia. Su compromiso hunde las raíces en la gran tradición literaria del mundo helénico, que proyecta en el escenario contemporáneo como denuncia de cualquier forma de totalitarismo y en defensa de la razón", según recogió el Acta del Jurado.

Cada uno de los Premios Príncipe de Asturias, concedidos por primera vez en 1981, está dotado con cincuenta mil euros, la escultura creada y donada expresamente por Joan Miró para estos galardones, un diploma y una insignia acreditativos. Los galardones serán entregados en otoño en Oviedo, en un solemne acto presidido por S.A.R. el Príncipe de Asturias.



Ismail Kadaré Poeta y novelista albanés, mundialmente conocido, cuya obra, muy metafórica, evoca el universo sofocante del totalitarismo. Nacido en Argirocastro (Albania), destacó tras publicar dos libros de poemas; más tarde estudió Letras en el Instituto Gorki de Moscú. A su regreso en 1960, se dedicó a escribir: El general del ejército muerto (1962); El monstruo, Los tambores de la lluvia, Crónica de la ciudad de piedra y El gran invierno (1973); El nicho de la vergüenza, El puente de los tres arcos, Abril quebrado, El crepúsculo de los dioses de la estepa, El palacio de los sueños, El concierto, La sombra y la pirámide (1988). En 1990 obtuvo asilo político en Francia, pero en 1992 regresó a Albania. Su obra (conocida en el extranjero desde 1970 y traducida a cuarenta idiomas) fue concebida y publicada bajo el estalinismo, durante la dictadura de Enver Hodja, que amenazaba su libertad y su vida a pesar de estar considerado como escritor oficial; sin ser nunca ni militante, ni disidente, muestra el trágico absurdo del totalitarismo, y también el peso del destino sobre la condición humana. Plantea interrogantes sobre las leyendas y la historia de Albania, llevadas a un plano universal. El universo de Kadare está lleno de mitos, y se inspira en escritores como Homero, Esquilo, Shakespeare, Cervantes o Gógol. En cuanto a referencias temporales, el Imperio otomano, China, Egipto antiguo, la Unión Soviética, Albania medieval o moderna vienen a coincidir en el infinito de un laberinto temporal. Su escritura, reflexión sobre el lenguaje y la leyenda, aúna, por una parte, el respeto a las tradiciones del cuento y la novela, y, por otra, una gran innovación dentro del terreno estilístico, sobre todo en lo que a la percepción del tiempo novelesco se refiere. La caída del comunismo no ha afectado a la temática de su obra, donde siempre están presentes el mito y la historia, lo real y lo onírico, como ponen de manifiesto sus más recientes obras: Spiritus (1996), una reflexión sobre la estrategia del terror en un sistema político opresor, Tres cantos fúnebres por Kosovo (1999), Frías flores de marzo (2000), Noviembre de una capital (2000) y Frente al espejo de una mujer (2002).

Fuente:


Ismail Kadaré El general del ejército muerto (fragmento)" Cuando entraron en la habitación grande, acompañados por el dueño de la casa, todos se removieron, murmuraron, alargaron las cabezas como un seto lleno de arbustos y flores de colores que se reanima inesperadamente con un golpe de viento. (...)Durante largo rato había observado desde la ventanilla del avión la imagen amenazadora de las montañas. Se diría que sus agudas cumbres fueran a rasgar en cualquier momento el vientre del aparato. Por doquier tierras abruptas. Sombrías laderas que se precipitaban bruscamente bajo la niebla. En aquellos abismos y barrancos, por toda aquella vastedad invernal se pudría bajo la lluvia el ejército que él venia a exhumar. Ahora que contemplaba por primera vez la tierra extranjera, experimentaba con mucha más claridad el turbio miedo que le ocasionaba desde hacía muchos meses la sensación de irrealidad a la que estaba unida su misión. Su ejército estaba allá abajo, fuera del tiempo, inmóvil, calcificado, cubierto por la tierra, y él habia asumido la tarea de alzarlo del barro. La sola idea le causaba temor. La suya era una misión antinatural, en la que la ceguera, la mudez y la absurdidad estarían siempre presentes. "

El Poder de la Palabra

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