Por Arturo Soto Munguía
Llego el sábado en la noche a casa. Una vecina me dice que han hallado los cuerpos de cuatro jóvenes -el mayor de 20, el menor de 15-, reportados como desaparecidos desde hace cuatro días.
Dice que les cortaron las manos y las lenguas y les sacaron los ojos, antes de arrojarlos a un canal de riego en el valle del Yaqui, donde los encontraron perfectamente putrefactos.
¿En qué estaban pensando quienes hicieron eso?, me pregunta.
¿En qué estaba pensando yo, reportero, que ni siquiera había revisado la prensa, ocupado todo el día en labores de sobrevivencia doméstica?, me pregunto.
Entro pues a la red de redes. Me voy a las páginas de periódicos que tengo en la categoría de ‘favoritos’, y me topo con una declaración del vocero de la Procuraduría estatal: “No fueron mutilados, sino que el tiempo, la humedad, el calor, los peces y otros animales carroñeros se encargaron de roer los cuerpos hasta dejarlos irreconocibles”.
“Otros animales carroñeros”, me digo, mientras cierro la laptop y abro el libro de Armando Vega Gil, ‘Picnic en la fosa común’, en las páginas separadas con una cajetilla de Marlboro rojos, aplastada y sin brillo.
Continúo la lectura: “El infierno está más cerca de lo que imaginas”.
Me olvido de los cuatro jóvenes asesinados; de la interminable saga de levantados, decapitados,
encobijados, entamalados, pozoleados, desaparecidos, descuartizados y metidos a presión en recipientes tan corrientes como una hielera que debería estar llena de cheve y en lugar de eso está llena de huesos desarticulados, músculos rotos a machetazo limpio.
¿Me olvido? No. Me olvido madres.
El libro de Vega Gil es un recordatorio permanente y salvaje; descarnado y cruel; descriptivo hasta la náusea, un relato fantástico si no fuera porque su principal fantasía consiste en atrapar la realidad con sus uñas duras, largas y mugrosas; con dientes afilados a punta de tallarlos con una lima metálica, con personajes de piel de pollo hervido, que se alimentan de sangre y de sangre alimentan a un Dios apocalíptico que vendrá un día a embarazar a la mujer que dará a luz a otra mujer que nacerá embarazada y en su vientre trae el hijo de ese Dios que no perdona a nadie.
¿Inverosímil?
No. La novela de Armando Vega Gil es verosímil porque recrea personajes tan cercanos a la vida cotidiana, que uno va construyendo en ellos a los personajes que de alguna manera y otra, nos resultan familiares.
Porque en la vida cotidiana convivimos con personajes que pudieran habitar en esta novela, sin desafinar una sola nota: hombres que matan por paga; hombres que tienen para pagar la muerte de los otros, porque en ello les va el contrato millonario, la concesión más codiciada, el negocio de su vida.
Crímenes horribles que no aparecen en la prensa o aparecen camuflajeados en el supuesto lenguaje objetivo de las notas periodísticas que entrecomillan las declaraciones textuales de funcionarios muy correctos y formales, bajo sus ropas finas y sus lentes de marca, oscurísimos.
La novela habla de conspiraciones en torno a rituales antropofágicos y diabólicos, donde lo que está en juego es la supremacía de una raza extraña y milenaria que habita en las profundidades de la tierra, pero también en las lujosas oficinas de las grandes compañías y oficinas gubernamentales, rodeados de siervos-guaruras cuyo mayor misticismo radica en las pavorosas AK 47 que portan y disparan a la menor provocación; en su vocación para tragarse hirviendo las balas que pudieran matar al jefe, para salvarlo.
En la vida cotidiana, en las notas de los periódicos están los personajes más extravagantes, más ridículos, más valientes, más piratas, más ‘saicos’, como diría Rosana la de Tijuana; la protagonista más encantadora y más desdichada de esta novela, enloquecedora experiencia-sueño-pesadilla; relato que va del llanto más amargo y miedoso, a la carcajada que estremece por su divertida y delirante franqueza.
El asunto es provocar miedo. Documentar el miedo. El miedo actual.
El del ciudadano medio que se pregunta si acaso no estaremos conviviendo con una especie de secta extraña, que lo mismo practica rituales de antropofagia en las alcantarillas, literalmente, en el drenaje donde se cuenta por miles de toneladas la mierda que circula en un río subterráneo, oscuro y pestilente hasta el ahogo.
Personajes raros en un libro que te puede sacar un pedo con la misma facilidad que una carcajada.
Una secuela alucinante de pasajes fantásticos y asquerosos, como suele ser la vida.
El libro es también el sueño de todo reportero que se precie de serlo, por encontrar, así sea providencialmente, el caso por el que estaría dispuesto a caminar los mismísimos caminos del infierno.
No cualquier caso, no, sino el caso en el que no supo cómo se metió, y jamás comprenderá cómo es que ya no pudo salir de él y se quedó atrapado para siempre, frente a su Mac, escribiendo la crónica de su propia muerte.
Y de la muerte de tantos otros, que a lo largo de 400 páginas van cayéndose a pedazos, descarnados, ahogados por los humores hediondos del horror, huyendo de la vida que no vale nada, pero vale mucho menos cuando un Dios incomprensible te clava los dientes asquerosos y sus uñas podridas en la piel; te mete su lengua de espinas afiladas por la boca y te perfora las entrañas, o introduce salvajemente su falo de vidrio molido para engendrar al que viene a eternizar su reino, en el vientre de una prostituta tijuanense.
Otro día, amanecido, cierro el libro y abro de nuevo la laptop. Me voy a favoritos. Leo: Ciudad Juárez, Chihuahua.- Otros trece crímenes se registraron en las últimas horas en la entidad, entre ellos está el de una mujer, la número 115 a la que matan este año, además de dos triples homicidios.
En el ejido Tres Jacales, en la zona agrícola del Valle de Juárez, se reportó la muerte de tres hombres que fueron privados de la vida a balazos luego de ser levantados y torturados, dio a conocer la Subprocuraduría de Justicia Estatal, Zona Norte.
Ayer se localizó al Sur de la ciudad el cuerpo sin vida de un hombre, aún no identificado, que estaba maniatado y con varios balazos, mientras que en la colonia Guadalajara Izquierda, al Poniente, mataron al chofer de una unidad de transporte público.
En otro caso, mataron a tres personas, dos hombres y una mujer a bordo de un taxi, en tanto que en la colonia Azteca fue asesinado a balazos un hombre que iba en una motocicleta.
La noche del viernes asesinaron a otro hombre en la colonia Altavista, mientras que en la colonia Corregidora otra persona fue ejecutada por un comando armado en las calles Pascual Jaramillo y Héroes del Carrizal.
En la ciudad de Madera, en la región serrana al Noroeste del Estado, asesinaron a Luis Baloys Palma, de 78 años de edad y Margarito Baloys Rivera, de 73.
Y sigo:
Asesinan jóvenes por aburrimiento
Guadalajara, Jalisco.- “¡Hay que darle en su madre para que se nos quite lo aburrido!”, fue el grito de batalla de un adolescente a su pandilla para golpear hasta la muerte a un indigente, de acuerdo con la declaración de un joven que participó en la agresión y que fue detenido hace unas semanas.Uno de los “niños mataindigentes” -como eran conocidos en círculos policiacos- grabó la escena con su celular en la populosa Colonia Lomas de Polanco, al Sur de Guadalajara.
Momentos después le dio el aparato a otro de sus compañeros para poder participar directamente en la golpiza.
¿Fantástica, inverosímil la novela de Vega Gil?
¡Fantásticos e inverosímiles mis huevos, que!
*Texto leído ayer, durante la presentación de la novela de Armando Vega Gil, Picnic en la fosa común, en el marco de la Feria del Libro, celebrada en Hermosillo, Sonora.
Dice que les cortaron las manos y las lenguas y les sacaron los ojos, antes de arrojarlos a un canal de riego en el valle del Yaqui, donde los encontraron perfectamente putrefactos.
¿En qué estaban pensando quienes hicieron eso?, me pregunta.
¿En qué estaba pensando yo, reportero, que ni siquiera había revisado la prensa, ocupado todo el día en labores de sobrevivencia doméstica?, me pregunto.
Entro pues a la red de redes. Me voy a las páginas de periódicos que tengo en la categoría de ‘favoritos’, y me topo con una declaración del vocero de la Procuraduría estatal: “No fueron mutilados, sino que el tiempo, la humedad, el calor, los peces y otros animales carroñeros se encargaron de roer los cuerpos hasta dejarlos irreconocibles”.
“Otros animales carroñeros”, me digo, mientras cierro la laptop y abro el libro de Armando Vega Gil, ‘Picnic en la fosa común’, en las páginas separadas con una cajetilla de Marlboro rojos, aplastada y sin brillo.
Continúo la lectura: “El infierno está más cerca de lo que imaginas”.
Me olvido de los cuatro jóvenes asesinados; de la interminable saga de levantados, decapitados,
encobijados, entamalados, pozoleados, desaparecidos, descuartizados y metidos a presión en recipientes tan corrientes como una hielera que debería estar llena de cheve y en lugar de eso está llena de huesos desarticulados, músculos rotos a machetazo limpio.
¿Me olvido? No. Me olvido madres.
El libro de Vega Gil es un recordatorio permanente y salvaje; descarnado y cruel; descriptivo hasta la náusea, un relato fantástico si no fuera porque su principal fantasía consiste en atrapar la realidad con sus uñas duras, largas y mugrosas; con dientes afilados a punta de tallarlos con una lima metálica, con personajes de piel de pollo hervido, que se alimentan de sangre y de sangre alimentan a un Dios apocalíptico que vendrá un día a embarazar a la mujer que dará a luz a otra mujer que nacerá embarazada y en su vientre trae el hijo de ese Dios que no perdona a nadie.
¿Inverosímil?
No. La novela de Armando Vega Gil es verosímil porque recrea personajes tan cercanos a la vida cotidiana, que uno va construyendo en ellos a los personajes que de alguna manera y otra, nos resultan familiares.
Porque en la vida cotidiana convivimos con personajes que pudieran habitar en esta novela, sin desafinar una sola nota: hombres que matan por paga; hombres que tienen para pagar la muerte de los otros, porque en ello les va el contrato millonario, la concesión más codiciada, el negocio de su vida.
Crímenes horribles que no aparecen en la prensa o aparecen camuflajeados en el supuesto lenguaje objetivo de las notas periodísticas que entrecomillan las declaraciones textuales de funcionarios muy correctos y formales, bajo sus ropas finas y sus lentes de marca, oscurísimos.
La novela habla de conspiraciones en torno a rituales antropofágicos y diabólicos, donde lo que está en juego es la supremacía de una raza extraña y milenaria que habita en las profundidades de la tierra, pero también en las lujosas oficinas de las grandes compañías y oficinas gubernamentales, rodeados de siervos-guaruras cuyo mayor misticismo radica en las pavorosas AK 47 que portan y disparan a la menor provocación; en su vocación para tragarse hirviendo las balas que pudieran matar al jefe, para salvarlo.
En la vida cotidiana, en las notas de los periódicos están los personajes más extravagantes, más ridículos, más valientes, más piratas, más ‘saicos’, como diría Rosana la de Tijuana; la protagonista más encantadora y más desdichada de esta novela, enloquecedora experiencia-sueño-pesadilla; relato que va del llanto más amargo y miedoso, a la carcajada que estremece por su divertida y delirante franqueza.
El asunto es provocar miedo. Documentar el miedo. El miedo actual.
El del ciudadano medio que se pregunta si acaso no estaremos conviviendo con una especie de secta extraña, que lo mismo practica rituales de antropofagia en las alcantarillas, literalmente, en el drenaje donde se cuenta por miles de toneladas la mierda que circula en un río subterráneo, oscuro y pestilente hasta el ahogo.
Personajes raros en un libro que te puede sacar un pedo con la misma facilidad que una carcajada.
Una secuela alucinante de pasajes fantásticos y asquerosos, como suele ser la vida.
El libro es también el sueño de todo reportero que se precie de serlo, por encontrar, así sea providencialmente, el caso por el que estaría dispuesto a caminar los mismísimos caminos del infierno.
No cualquier caso, no, sino el caso en el que no supo cómo se metió, y jamás comprenderá cómo es que ya no pudo salir de él y se quedó atrapado para siempre, frente a su Mac, escribiendo la crónica de su propia muerte.
Y de la muerte de tantos otros, que a lo largo de 400 páginas van cayéndose a pedazos, descarnados, ahogados por los humores hediondos del horror, huyendo de la vida que no vale nada, pero vale mucho menos cuando un Dios incomprensible te clava los dientes asquerosos y sus uñas podridas en la piel; te mete su lengua de espinas afiladas por la boca y te perfora las entrañas, o introduce salvajemente su falo de vidrio molido para engendrar al que viene a eternizar su reino, en el vientre de una prostituta tijuanense.
Otro día, amanecido, cierro el libro y abro de nuevo la laptop. Me voy a favoritos. Leo: Ciudad Juárez, Chihuahua.- Otros trece crímenes se registraron en las últimas horas en la entidad, entre ellos está el de una mujer, la número 115 a la que matan este año, además de dos triples homicidios.
En el ejido Tres Jacales, en la zona agrícola del Valle de Juárez, se reportó la muerte de tres hombres que fueron privados de la vida a balazos luego de ser levantados y torturados, dio a conocer la Subprocuraduría de Justicia Estatal, Zona Norte.
Ayer se localizó al Sur de la ciudad el cuerpo sin vida de un hombre, aún no identificado, que estaba maniatado y con varios balazos, mientras que en la colonia Guadalajara Izquierda, al Poniente, mataron al chofer de una unidad de transporte público.
En otro caso, mataron a tres personas, dos hombres y una mujer a bordo de un taxi, en tanto que en la colonia Azteca fue asesinado a balazos un hombre que iba en una motocicleta.
La noche del viernes asesinaron a otro hombre en la colonia Altavista, mientras que en la colonia Corregidora otra persona fue ejecutada por un comando armado en las calles Pascual Jaramillo y Héroes del Carrizal.
En la ciudad de Madera, en la región serrana al Noroeste del Estado, asesinaron a Luis Baloys Palma, de 78 años de edad y Margarito Baloys Rivera, de 73.
Y sigo:
Asesinan jóvenes por aburrimiento
Guadalajara, Jalisco.- “¡Hay que darle en su madre para que se nos quite lo aburrido!”, fue el grito de batalla de un adolescente a su pandilla para golpear hasta la muerte a un indigente, de acuerdo con la declaración de un joven que participó en la agresión y que fue detenido hace unas semanas.Uno de los “niños mataindigentes” -como eran conocidos en círculos policiacos- grabó la escena con su celular en la populosa Colonia Lomas de Polanco, al Sur de Guadalajara.
Momentos después le dio el aparato a otro de sus compañeros para poder participar directamente en la golpiza.
¿Fantástica, inverosímil la novela de Vega Gil?
¡Fantásticos e inverosímiles mis huevos, que!
*Texto leído ayer, durante la presentación de la novela de Armando Vega Gil, Picnic en la fosa común, en el marco de la Feria del Libro, celebrada en Hermosillo, Sonora.
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